No tengo palabras para explicar qué siente uno cuando pone un pie en Nueva York. Cuando la gente me pregunta con qué otra ciudad la puedo comparar, mi respuesta es siempre la misma: Es incomparable. Es un sitio en el que uno se siente como en casa porque lo que vemos ya nos suena de haberlo visto más de una vez en la pequeña o gran pantalla. Es la ciudad que nunca duerme, la ciudad de los rascacielos, la metrópolis por excelencia y aquella a la que uno siempre quiere volver. O por lo menos... ¡yo vuelvo!. Mi viaje fue relámpago porque no encontré ningún sitio asequible y seguro para dormir. El autobús sale tirado de precio, porque el viaje de ida y vuelta cuesta 30$. Hay distintas compañías (entre ellas dos chinas) que viajan desde South Station, hasta distintos puntos de la Gran Manzana. Los autobuses tienen wifi, no son especialmente incómodos y además hay una amplia variedad de horas de salida tanto desde Boston como desde Nueva York.
Salimos un viernes a las 11,30 de la noche de Boston. El viaje dura entre 3 y 4 horas, dependiendo del tráfico. Tras preparar nuestro recorrido (me compré una guía de bolsillo muy pequeñita y super útil en Madrid, que fue nuestra gran aliada, porque venía con mapa incluido), hinché mi cojín de viaje y a dormir. Llegamos a Chinatown hacia las 4 de la mañana y he de decir que parecían las 12 del mediodía ¡Una actividad! tráfico, gente por la calle, tiendas abiertas... Nuestro primer objetivo de tan larga jornada era recorrer el puente de Manhattan hacia Brooklyn y hacer el camino contrario pero esta vez atravesando el puente de Brooklyn. Decidimos hacerlo en primer lugar, para poder ver el skyline de noche. Las fotos tienen poquísima calidad, pero creo que nada más empezar a cruzar el puente de Brooklyn, abrí la boca y no la cerré. ¡Qué espectáculo!. Esos edificios tan impresionantes, llenos de luz, la mezcla de colores y el reflejo de todo ello sobre la superficie del río... Llegamos otra vez a Manhattan y encontramos un Dunkin Donuts abierto, donde esperamos con un café caliente hasta que amaneciera.
Con los primeros rayos del sol, nos pusimos en marcha en dirección al World Trade Center, Wall St., y la estatua de la Libertad. ¡Qué impresión causa ver que los edificios que rodean la zona cero, diez años después, los siguen reconstruyendo!. Hay obreros trabajando día y noche y aún así, esta zona, no ha recuperado la normalidad. La estatua de la Libertad la vimos desde el puerto pues era demasiado pronto para coger el barquito hacia la Isla. Eso queda pendiente para mi próxima visita. Desde allí, enganchamos el inicio de Broadway Street y ¡a andar!. Recorrimos los barrios de Soho, Tribeca, Little Italy. Todo a marcha rápida que aún quedaban muchas cosas por ver y hacer. En cierto momento del recorrido, Broadway se cruza con la Quinta Avenida (¡Qué bien suena ésto!), y tras un desayuno buenísimo en una especie de mercado italiano con todo tipo de productos frescos, nos pusimos otra vez en marcha... ¡camino al Empire State!. Casi llegando a Madison Square y con el Empire como telón de fondo, nos topamos con el Edificio Flatiron. ¡Qué ocurrente y bonito! Me encantó. Aparentemente, tiene pinta de un edificio cualquiera si uno va caminando por Broadway o por 5th Avenue... pero cuando se llega a la esquina del mismo, impresiona ver que ¡sólo tiene dos metros de ancho! Caminando desde Madison Square ya se puede ver muy de cerca el Empire State, porque apenas restan 200 metros hasta la puerta principal. Y hacia ahí nos dirigimos.
Con una mezcla de nerviosismo y ansiedad por llegar arriba cuanto antes, cruzamos la puerta de este gran edificio. Aviso a navegantes, y posibles visitantes de Nueva York: compensa comprar los tickets por Internet, en la página oficial del Empire. Una vez dentro del edificio hay unas máquinas en las que poniendo nuestro apellido y el número de reserva que nos mandaron al e-mail, podemos imprimirlo. Está todo muy bien organizado. Primero se sube al piso 80, donde hay un mini-museo con fotografías, planos de construcción, medidas... y de ahí subimos al piso 86, ¡que sólo nombrarlo da vértigo! Creo que no voy a ser capaz de explicar con palabras lo que se siente en el momento de ver que estás a una distancia considerablemente alta del suelo, con la ciudad de Nueva York a tus pies. Si de onomatopeyas se tratara la cosa, la más apropiada para describir este estado sería un "Wooooooooooooooooooow!" (en español un "guau" muy largo) abriendo mucho los ojos y la boca. Dejémonos de tonterías, hay que verlo y punto. Creo que de la emoción que sentía, me olvidé que tenía una cámara de fotos para inmortalizar esas vistas. En ese momento sólo me atrevía a contemplar, que no mirar. ¡Qué bonito!. Bajé a la cruda realidad cuando una pareja de enamorados me pidió que por favor les hiciera una foto. A partir de ese momento, saqué yo mi olvidada cámara y a disparar sea dicho. Desde distintos ángulos, hacia varias orientaciones, con más o menos zoom... ¡Qué pasada de ciudad! Cuando quise mirar el reloj, me di cuenta que había pasado casi una hora y algo, que por cierto se me hizo cortísima. Me hubiera quedado allí mucho más rato, pero nos quedaban muchas más cosas por ver. Dejo aquí algunas de las capturas de estas primeras horas en Manhattan y finalizo aquí la primera de las dos entradas sobre mi viaje. En breve, ¡más y mejor! Esta ciudad no defrauda.
Salimos un viernes a las 11,30 de la noche de Boston. El viaje dura entre 3 y 4 horas, dependiendo del tráfico. Tras preparar nuestro recorrido (me compré una guía de bolsillo muy pequeñita y super útil en Madrid, que fue nuestra gran aliada, porque venía con mapa incluido), hinché mi cojín de viaje y a dormir. Llegamos a Chinatown hacia las 4 de la mañana y he de decir que parecían las 12 del mediodía ¡Una actividad! tráfico, gente por la calle, tiendas abiertas... Nuestro primer objetivo de tan larga jornada era recorrer el puente de Manhattan hacia Brooklyn y hacer el camino contrario pero esta vez atravesando el puente de Brooklyn. Decidimos hacerlo en primer lugar, para poder ver el skyline de noche. Las fotos tienen poquísima calidad, pero creo que nada más empezar a cruzar el puente de Brooklyn, abrí la boca y no la cerré. ¡Qué espectáculo!. Esos edificios tan impresionantes, llenos de luz, la mezcla de colores y el reflejo de todo ello sobre la superficie del río... Llegamos otra vez a Manhattan y encontramos un Dunkin Donuts abierto, donde esperamos con un café caliente hasta que amaneciera.
Con los primeros rayos del sol, nos pusimos en marcha en dirección al World Trade Center, Wall St., y la estatua de la Libertad. ¡Qué impresión causa ver que los edificios que rodean la zona cero, diez años después, los siguen reconstruyendo!. Hay obreros trabajando día y noche y aún así, esta zona, no ha recuperado la normalidad. La estatua de la Libertad la vimos desde el puerto pues era demasiado pronto para coger el barquito hacia la Isla. Eso queda pendiente para mi próxima visita. Desde allí, enganchamos el inicio de Broadway Street y ¡a andar!. Recorrimos los barrios de Soho, Tribeca, Little Italy. Todo a marcha rápida que aún quedaban muchas cosas por ver y hacer. En cierto momento del recorrido, Broadway se cruza con la Quinta Avenida (¡Qué bien suena ésto!), y tras un desayuno buenísimo en una especie de mercado italiano con todo tipo de productos frescos, nos pusimos otra vez en marcha... ¡camino al Empire State!. Casi llegando a Madison Square y con el Empire como telón de fondo, nos topamos con el Edificio Flatiron. ¡Qué ocurrente y bonito! Me encantó. Aparentemente, tiene pinta de un edificio cualquiera si uno va caminando por Broadway o por 5th Avenue... pero cuando se llega a la esquina del mismo, impresiona ver que ¡sólo tiene dos metros de ancho! Caminando desde Madison Square ya se puede ver muy de cerca el Empire State, porque apenas restan 200 metros hasta la puerta principal. Y hacia ahí nos dirigimos.
Con una mezcla de nerviosismo y ansiedad por llegar arriba cuanto antes, cruzamos la puerta de este gran edificio. Aviso a navegantes, y posibles visitantes de Nueva York: compensa comprar los tickets por Internet, en la página oficial del Empire. Una vez dentro del edificio hay unas máquinas en las que poniendo nuestro apellido y el número de reserva que nos mandaron al e-mail, podemos imprimirlo. Está todo muy bien organizado. Primero se sube al piso 80, donde hay un mini-museo con fotografías, planos de construcción, medidas... y de ahí subimos al piso 86, ¡que sólo nombrarlo da vértigo! Creo que no voy a ser capaz de explicar con palabras lo que se siente en el momento de ver que estás a una distancia considerablemente alta del suelo, con la ciudad de Nueva York a tus pies. Si de onomatopeyas se tratara la cosa, la más apropiada para describir este estado sería un "Wooooooooooooooooooow!" (en español un "guau" muy largo) abriendo mucho los ojos y la boca. Dejémonos de tonterías, hay que verlo y punto. Creo que de la emoción que sentía, me olvidé que tenía una cámara de fotos para inmortalizar esas vistas. En ese momento sólo me atrevía a contemplar, que no mirar. ¡Qué bonito!. Bajé a la cruda realidad cuando una pareja de enamorados me pidió que por favor les hiciera una foto. A partir de ese momento, saqué yo mi olvidada cámara y a disparar sea dicho. Desde distintos ángulos, hacia varias orientaciones, con más o menos zoom... ¡Qué pasada de ciudad! Cuando quise mirar el reloj, me di cuenta que había pasado casi una hora y algo, que por cierto se me hizo cortísima. Me hubiera quedado allí mucho más rato, pero nos quedaban muchas más cosas por ver. Dejo aquí algunas de las capturas de estas primeras horas en Manhattan y finalizo aquí la primera de las dos entradas sobre mi viaje. En breve, ¡más y mejor! Esta ciudad no defrauda.
Puente de Brooklyn |
Vista del puente de Manhattan desde el de Brooklyn |
World Trade Center still under construction |
La Bolsa de NYC |
Statue of Liberty! |
Edificio Flatiron |
Con el Empire State de fondo, desde Madison Sq. |
Edificio Chrysler |
Vista del World Trade Center. Falta algo... |
La estatua de la Libertad se ve de fondo |
¡Qué bonito! |
Times Square por ahí en medio y de fondo Central Park |